HELVIA, MI MADRE
Así comienza:
A pesar de mi sufrimiento, hoy atravieso un remanso de paz. Rodeado de esta bella naturaleza, con este viento fresco que choca contra mi cara, soy capaz de olvidar para siempre mis terribles circunstancias. No sé cuánto durará este injusto destierro que me ha traído a las tierras salvajes de Córcega, pero debo mantenerme fuerte y soportar la adversidad de mi condena hasta el día en que pueda volver de nuevo a mi Roma querida.
Es mi madre quien más me preocupa{...}
Y así acaba:
¡Qué bien me conocían mi madre y mi tía! Al otro extremo del país yo estaba pensando en cómo consolar a mi madre. Pensaba en mis hermanos, en mi sobrino Marco, en Novatila, la hija de mi hermano Novato, en mi tía. Sabía que ellos se convertirían en el centro de su vida. También pensaba en los estudios como bálsamo para calmar su alma dolorida, todo su sufrimiento, y como fuente de saber que daría respuesta a sus penas. Todo eso lo pensaba mientras caminaba por los solitarios parajes de Córcega, y fue entonces cuando decidí escribir las más bellas y entrañables páginas que han salido de mi pluma, la Consolatio a Helvia, yo Lucio Anneo Séneca.
Así comienza:
A pesar de mi sufrimiento, hoy atravieso un remanso de paz. Rodeado de esta bella naturaleza, con este viento fresco que choca contra mi cara, soy capaz de olvidar para siempre mis terribles circunstancias. No sé cuánto durará este injusto destierro que me ha traído a las tierras salvajes de Córcega, pero debo mantenerme fuerte y soportar la adversidad de mi condena hasta el día en que pueda volver de nuevo a mi Roma querida.
Es mi madre quien más me preocupa{...}
Y así acaba:
¡Qué bien me conocían mi madre y mi tía! Al otro extremo del país yo estaba pensando en cómo consolar a mi madre. Pensaba en mis hermanos, en mi sobrino Marco, en Novatila, la hija de mi hermano Novato, en mi tía. Sabía que ellos se convertirían en el centro de su vida. También pensaba en los estudios como bálsamo para calmar su alma dolorida, todo su sufrimiento, y como fuente de saber que daría respuesta a sus penas. Todo eso lo pensaba mientras caminaba por los solitarios parajes de Córcega, y fue entonces cuando decidí escribir las más bellas y entrañables páginas que han salido de mi pluma, la Consolatio a Helvia, yo Lucio Anneo Séneca.
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