PLENITUD
A José María
EL...
Amanece lentamente
tras los cristales empañados de la habitación.
El despertador de la mesilla
anuncia las siete de la mañana.
En nuestra cama,
mi cuerpo se funde con el suyo
como la espuma rota que se desliza por la arena.
Su cabeza descansa sobre mi hombro
y mis brazos rodean su cintura
con la fuerza de las raíces que se abrazan a la tierra.
Beso su cara y su boca
con la pasión de un hombre enamorado,
mientras pienso que es la hora de marchar.
Otro día de trabajo llama a nuestra vida.
Me levanto despacio sin dejar de mirarla.
Siento el agua tibia resbalar sobre mis piernas
y me estremezco.
El primer café, bien cargado,
me reanima para comenzar un nuevo día.
Aún tengo tiempo de volver al cuarto
donde ella duerme.
Su silueta se dibuja debajo de las sábanas
invitándome a seguir a su lado.
Me despido con un beso en los labios
y le digo, te quiero.
A José María
EL...
Amanece lentamente
tras los cristales empañados de la habitación.
El despertador de la mesilla
anuncia las siete de la mañana.
En nuestra cama,
mi cuerpo se funde con el suyo
como la espuma rota que se desliza por la arena.
Su cabeza descansa sobre mi hombro
y mis brazos rodean su cintura
con la fuerza de las raíces que se abrazan a la tierra.
Beso su cara y su boca
con la pasión de un hombre enamorado,
mientras pienso que es la hora de marchar.
Otro día de trabajo llama a nuestra vida.
Me levanto despacio sin dejar de mirarla.
Siento el agua tibia resbalar sobre mis piernas
y me estremezco.
El primer café, bien cargado,
me reanima para comenzar un nuevo día.
Aún tengo tiempo de volver al cuarto
donde ella duerme.
Su silueta se dibuja debajo de las sábanas
invitándome a seguir a su lado.
Me despido con un beso en los labios
y le digo, te quiero.
Ella
La puerta se cierra tras de él.
El ruido leve de la llave,
al girar sobre la cerradura,
me separa del hombre que amo.
Me cuesta conciliar el sueño de nuevo.
Deslizo las manos a mi alrededor
y no encuentro las suyas.
El olor a perfume de hombre impregna,
como una caricia que arrolla mis sentidos,
el blanco de la almohada.
Me levanto y camino,
aún medio dormida,
sin saber adónde se dirigen mis pasos.
El agua tibia,
que antes besara su cuerpo,
reconforta mi piel adormecida.
Luego, recorro mi desnudez paso a paso,
mis senos, mi vientre,
mi pubis cubierto de noche profunda,
intentando ocultar su intimidad
a los ojos del deseo,
y en el espejo, reflejada,
contemplo sin prisas
la belleza de mi juventud incipiente.
Entonces recuerdo sus manos
abriéndose paso entre mis caderas
y no puedo dejar de temblar,
al tiempo que cierro los ojos
y exhalo un hondo suspiro.
La puerta se cierra tras de él.
El ruido leve de la llave,
al girar sobre la cerradura,
me separa del hombre que amo.
Me cuesta conciliar el sueño de nuevo.
Deslizo las manos a mi alrededor
y no encuentro las suyas.
El olor a perfume de hombre impregna,
como una caricia que arrolla mis sentidos,
el blanco de la almohada.
Me levanto y camino,
aún medio dormida,
sin saber adónde se dirigen mis pasos.
El agua tibia,
que antes besara su cuerpo,
reconforta mi piel adormecida.
Luego, recorro mi desnudez paso a paso,
mis senos, mi vientre,
mi pubis cubierto de noche profunda,
intentando ocultar su intimidad
a los ojos del deseo,
y en el espejo, reflejada,
contemplo sin prisas
la belleza de mi juventud incipiente.
Entonces recuerdo sus manos
abriéndose paso entre mis caderas
y no puedo dejar de temblar,
al tiempo que cierro los ojos
y exhalo un hondo suspiro.
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