viernes, 14 de agosto de 2015

Reseña crítica de "Hasta que los muertos lleguen al cielo", por Guillermo Arróniz López.

    Comparto con vosotros estas palabras sobre el libro de mi amiga Ana Herrera: "Hasta que los muertos lleguen al cielo".
    Hasta que los muertos lleguen al cielo. Ana Herrera.
    ...
    Estamos frente a un libro que formalmente resulta una mezcla de novela, relatos y homenaje biográfico-histórico a ciertas familias de un determinado pueblo del sur de España a quienes la guerra obligó a huir, en ocasiones a emigrar y en todos los casos a sufrir pérdidas y dolor en la guerra civil y posguerra Españolas. El libro, algo que ya encontramos en previas obras de la autora como "Una mujer, una historia", parte de una bondad innata de concebir a la gente, incluso a toda una localidad, como personalidades positivas, sencillas, cariñosas, colaboradoras las unas con las otras. De esta forma todos los protagonistas de las narraciones que se entrecruzan resultan personajes de gran corazón, desde la escritora que sufre Alzheimer (la narración dentro de la narración, con personajes que toman vida dentro de la historia para ayudar a la autora en su trance), hasta las últimas generaciones, niños durante aquella guerra.
    Por lo tanto el libro se centra en el devenir de aquellas gentes, su dolor, su separación... su coraje para enfrentarse a la horrible realidad, intentando rescatar su memoria para los que ya no vivieron aquel momento. Y una vez más Herrera Barba pone el acento (puede que incluso hasta de forma inconcsciente) en las mujeres. Mujeres fuertes, mujeres de voluntad, mujeres generosas, mujeres llenas de bondad y sentimientos... esas mujeres cuya voz quiere ser la autora, cuya admiración no tiene límites.
    "Una vez más quiero recordar las chirigotas de mi abuelo haciendo reír a la gente, la alegría de mi padre sobre el trancón de mi casa cuando me veía aparecer al fondo de la calle, la voz de mi abuela y de mi madre llamándome para que hiciera cosas provechosas, la vieja higuera donde mis hermanos y yo columpiábamos nuestros sueños infantiles, los rostros iluminados de sabiduría de mis maestros y mis profesores abriéndome las puertas del conocimiento, los ratos de charla y cerveza con los amigos y familiares, los juegos lejanos por la viña y el olivar, y tantos y tantos recuerdos.Quizás por eso nunca he dejado de volver a Campoblanco".
    Páginas 99 y 100.
    GUILLERMO ARRÓNIZ LÓPEZ.

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