Un sábado 23 de abril de 1616, murió Cervantes. Fue enterrado un domingo 24 de abril.
En 1616 aquejado de hidropesía, de una afección cardiaca y de arterioesclerosis, los médicos le ordenaron que pasase una temporada en el pueblo de Esquivias, lo que hizo en la semana de Pascua de 1616, de donde no logrando el alivio que anhelaba, regresó a Madrid. Allí terminó su última obra, “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”, para lo cual escribió la famosa dedicatoria al conde de Lemos, que comienza con los versos:
Puesto ya el pie en el estribo,
con las ansias de la muerte,
gran señor, ésta te escribo.
Puesto ya el pie en el estribo,
con las ansias de la muerte,
gran señor, ésta te escribo.
Participando a su egregio protector de haber recibido la extremaunción, y anunciándole su muerte: “Ayer me dieron la Extremaunción y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan,, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir… Despídese de los suyos con las memorables palabras: “Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo y deseando veros presto contento en la otra vida”. Pocos Días antes, el 2 de abril de 1616, profesó solemnemente en la Orden Tercera de San Francisco, en la que había entrado ya como hermano.
Agravándose su enfermedad, expiró el 23 de abril d 1616, acompañado de su esposa, y de doña Constanza de Figueroa (su sobrina), doña Isabel de Saavedra (su hija) y del clérigo D. Francisco Martínez Marcilla. Lope de Vega, enterado, fue a rezar un responso ante su cadáver. Mandó que lo enterraran en las Monjas Trinitarias. No hubo más acompañamiento que el de los hermanos terciarios y dos humildes literatos. Por esa misma fecha moría Shakespeare en Inglaterra.
Al día siguiente, que era domingo y 24, los frailes trinitarios oficiaron en el altar y dieron sepultura al cuerpo. La tierra cubrió su cuerpo y taparon la sepultura con ladrillos rojos. No se colocó en ella lápida ni inscripción alguna, y así la posteridad ha ignorado durante mucho tiempo donde descansaban los restos del autor del Quijote. La pesada mano del tiempo, dice Cortejón, ha borrado lastimosamente las huellas de su sepultura. Hoy la ciencia afirma haber encontrado sus restos.
Ana Herrera. Del ensayo "Hidalgos y Mujeres de La Mancha".
Agravándose su enfermedad, expiró el 23 de abril d 1616, acompañado de su esposa, y de doña Constanza de Figueroa (su sobrina), doña Isabel de Saavedra (su hija) y del clérigo D. Francisco Martínez Marcilla. Lope de Vega, enterado, fue a rezar un responso ante su cadáver. Mandó que lo enterraran en las Monjas Trinitarias. No hubo más acompañamiento que el de los hermanos terciarios y dos humildes literatos. Por esa misma fecha moría Shakespeare en Inglaterra.
Al día siguiente, que era domingo y 24, los frailes trinitarios oficiaron en el altar y dieron sepultura al cuerpo. La tierra cubrió su cuerpo y taparon la sepultura con ladrillos rojos. No se colocó en ella lápida ni inscripción alguna, y así la posteridad ha ignorado durante mucho tiempo donde descansaban los restos del autor del Quijote. La pesada mano del tiempo, dice Cortejón, ha borrado lastimosamente las huellas de su sepultura. Hoy la ciencia afirma haber encontrado sus restos.
Ana Herrera. Del ensayo "Hidalgos y Mujeres de La Mancha".
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