Estimadas amigas y amigos os ofrezco mi humilde opinión sobre este libro precioso:
Palabras líquidas de Ildefonso Gómez Sánchez
Por Ana Herrera
El vértigo del poeta se inicia en el momento de la composición, en ese momento preciso en que las palabras se precipitan al abismo, cuando la luz se infiltra en ellas y cobran vida propia los sentimientos. Así comienza su poema Ildefonso Gómez Sánchez, de esta manera tan sorprendente como verdadera. Así se explica el acto de la creación poética y aparece definido con total claridad. El color se hace presente en el significante para llenarlo con la luz de significados, este es el último fin de la palabra, afirma. Pero el rayo que penetra en la palabra es un rayo rebelde, no debe ocultar la mentira, sino proclamar la verdad del oprobio. Nos vamos adentrando poco a poco en el corazón sincero y honesto de la voz poética. Nos introduce a continuación en un universo de colores que pintan el mundo interior del ser humano y su relación con el medio ambiente (“Rojo: / utopía rota. / Azul: / el cielo que con el mar / se hacen uno / en el horizonte. Violeta: / la timidez que se asoma / bajo la luz de la tarde…”), en unos versos bellísimos que nos conmueven plácidamente.
El trazo surge de la nada y se afirma para plasmar realidades. El poeta gira y gira en su intento de proclamar la verdad, la propia realidad de la palabra, el camino, el recorrido entre ese espacio en blanco y su destino. Pero ese camino a veces resulta difícil (“el trazo rebelde negaba sus destino. / Todo era en vano. / Las palabras se perdían en su caos.”) y espera la magia que lo conduzca a su propio fin. El trazo se hace palabra, la palabra se hace mensaje y “levanta el vuelo de la hoja / y se convierte en una nube. / Se desliza con la brisa.”, pero “Sabe del peligro del vacío”. Sin duda, el poeta sabe que la poesía transita a veces por sendas perdidas donde cada paso es un desafío hasta encontrar la puerta de llegada. Y por eso es la propia palabra la que se abre paso en estos versos maravillosos donde se nos muestra personificada, sufre una metamorfosis y cobra vida para llegar a cualquier parte, aunque corra el peligro de no ser escuchada.
“Y surge la magia del poema” y a través del verso rememora su amor de adolescencia bajo el aroma del almendro en flor (“encontré tus ojos verdes… / Volvimos a los diecisiete… / solo con el aroma / del almendro en flor.”). Y las palabras fluyen, fluyen en el encuentro con el amor, y son “Palabras líquidas” como bien especifica el autor en el título de este brillante poemario, constituido por un único poema.
En la última parte del libro, el autor va más allá de su desconfianza anterior y afirma. “Queda escrito”. Relaciona el concepto razón como madre de la idea, la que da tinta a la luz de la palabra.
La palabra es líquida, fluye como el agua, es luz, es color, es nube que vuela, es un rayo rebelde que proclama la verdad y lucha contra la ignominia, es reencuentro con la nostalgia, es su grito interior ahogado en tinta, es realidad en la voz de Ildefonso Gómez Sánchez. Y con su verso canta “acompasado por el canto del mirlo / bajo la luz de este sol de invierno…”.
Las increíbles, maravillosas ilustraciones de Blanca Paloma López Gómez juegan, en un caleidoscopio de colores, con cada uno de los versos del autor, en un juego decidido y valiente. Como dice el propio poeta, se trata de “un diálogo entre el poema y su referente visual donde uno se alimenta del otro y deciden volar juntos”.
Por Ana Herrera
El vértigo del poeta se inicia en el momento de la composición, en ese momento preciso en que las palabras se precipitan al abismo, cuando la luz se infiltra en ellas y cobran vida propia los sentimientos. Así comienza su poema Ildefonso Gómez Sánchez, de esta manera tan sorprendente como verdadera. Así se explica el acto de la creación poética y aparece definido con total claridad. El color se hace presente en el significante para llenarlo con la luz de significados, este es el último fin de la palabra, afirma. Pero el rayo que penetra en la palabra es un rayo rebelde, no debe ocultar la mentira, sino proclamar la verdad del oprobio. Nos vamos adentrando poco a poco en el corazón sincero y honesto de la voz poética. Nos introduce a continuación en un universo de colores que pintan el mundo interior del ser humano y su relación con el medio ambiente (“Rojo: / utopía rota. / Azul: / el cielo que con el mar / se hacen uno / en el horizonte. Violeta: / la timidez que se asoma / bajo la luz de la tarde…”), en unos versos bellísimos que nos conmueven plácidamente.
El trazo surge de la nada y se afirma para plasmar realidades. El poeta gira y gira en su intento de proclamar la verdad, la propia realidad de la palabra, el camino, el recorrido entre ese espacio en blanco y su destino. Pero ese camino a veces resulta difícil (“el trazo rebelde negaba sus destino. / Todo era en vano. / Las palabras se perdían en su caos.”) y espera la magia que lo conduzca a su propio fin. El trazo se hace palabra, la palabra se hace mensaje y “levanta el vuelo de la hoja / y se convierte en una nube. / Se desliza con la brisa.”, pero “Sabe del peligro del vacío”. Sin duda, el poeta sabe que la poesía transita a veces por sendas perdidas donde cada paso es un desafío hasta encontrar la puerta de llegada. Y por eso es la propia palabra la que se abre paso en estos versos maravillosos donde se nos muestra personificada, sufre una metamorfosis y cobra vida para llegar a cualquier parte, aunque corra el peligro de no ser escuchada.
“Y surge la magia del poema” y a través del verso rememora su amor de adolescencia bajo el aroma del almendro en flor (“encontré tus ojos verdes… / Volvimos a los diecisiete… / solo con el aroma / del almendro en flor.”). Y las palabras fluyen, fluyen en el encuentro con el amor, y son “Palabras líquidas” como bien especifica el autor en el título de este brillante poemario, constituido por un único poema.
En la última parte del libro, el autor va más allá de su desconfianza anterior y afirma. “Queda escrito”. Relaciona el concepto razón como madre de la idea, la que da tinta a la luz de la palabra.
La palabra es líquida, fluye como el agua, es luz, es color, es nube que vuela, es un rayo rebelde que proclama la verdad y lucha contra la ignominia, es reencuentro con la nostalgia, es su grito interior ahogado en tinta, es realidad en la voz de Ildefonso Gómez Sánchez. Y con su verso canta “acompasado por el canto del mirlo / bajo la luz de este sol de invierno…”.
Las increíbles, maravillosas ilustraciones de Blanca Paloma López Gómez juegan, en un caleidoscopio de colores, con cada uno de los versos del autor, en un juego decidido y valiente. Como dice el propio poeta, se trata de “un diálogo entre el poema y su referente visual donde uno se alimenta del otro y deciden volar juntos”.
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