Residiendo en
Nápoles, cuentan que tuvo un encuentro con un supuesto hijo suyo, al que llama
Promontorio, consignado en unos versos de su “Viaje al Parnaso”:
Mi amigo tiernamente me
abrazaba:
Y con tenerme
entre sus brazos dijo
Que del estar yo
allí mucho dudaba;
Llamóme padre y
yo llaméle hijo,
Quedando en esto
la verdad en punto
Que aquí puede
llamarse punto fijo.
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