domingo, 10 de mayo de 2015

COMENTARIO CRÍTICO A "LOS PRÍNCIPES DE CATORCE VERSOS" DE GUILLERMO ARRÓNIZ.

    • A "LOS PRÍNCIPES DE CATORCE VERSOS"

      Felicidades, Guillermo.

      Muchos príncipes y un solo rey, el SONETO. Un soneto que nos cautiva por su condición de duende de la historia, ¡qué tantos sueños ha guardado y tanto amor ha repartido! Y aún se alza altivo sobre las páginas del presente, de este presente por donde sueñan, cantan, lloran “Los príncipes de catorce versos”. Algunos con nombre, otros del símbolo, otros destronados. Un canto al artista; a la bondad reflejada en unos ojos, al amor, a la voz del cantor; al príncipe que florecía en la poesía y deambulaba por los castillos; a los poetas ebrios de versos, creadores de símbolos, amantes de la libertad, al capitán de capitanes; al discípulo que amaba al Hombre-Dios; a los que fueron dueños de la piedra y los pinceles; al que atravesaba las arenas; al rey que se arrodilló en Tierra Santa, al que creó grandes imperios; a los que robaron nuestros anhelos en la pantalla en un fugaz suspiro; al que diseñó blancos vestidos y angelicales. A todos ellos engrandece y a todos se rinde la poderosa voz de otro príncipe, nacido de las alas de la contemporaneidad, soñador de las plazas madrileñas, viajero de las calles del mundo.
      Y esa voz se sigue alzando en la fe de aquello que merece ser cantado, la creación, la belleza, el dolor, la valentía, el exotismo de otras tierras y otras razas, el erotismo de la carne, el amor homosexual, el alma prisionera y el hombre ante la muerte. En la última parte, nuestro príncipe se desprende del soneto y opta por el verso libre para caminar entre los cuerpos de los antihéroes, por sus amadas tierras borgianas -a las que ya cantara en sentidos nanorrelatos- y atravesar, en la pincelada final, el alma de los ángeles caídos, liberándola de las urnas de sus cenizas para conducirlas a un pedestal de humanidad.
      Un puente de sabiduría y cultura entre los príncipes y el lector, ornado por la magia del lenguaje exquisito, la elegancia de la adjetivación y los símiles, el misterio de las metáforas y la perfección de la estrofa en endecasílabos. Recrearse en su portada, un lujo para los espíritus más exigentes. Sostenerlo entre las manos, un placer. Pasear por sus páginas, una lluvia de mágicos reencuentros.

      Ana Herrera

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