Viardot
compendió felizmente en estas frases la conducta noble y elevada de Cervantes
con su detractor Avellaneda: “Parecido a los ladrones en despoblado, que
injurian a las gentes que despojan, el pretendido Avellaneda comenzaba su libro
vomitando toda la hiel de un corazón rencoroso y lleno de envidia, lanzando a
Cervantes las más groseras injurias. La mesura y serenidad con que Cervantes
contestó a ellas han sido la admiración de todos los hombres sensatos y de
elevados sentimientos, demostrando la gran verdad del desventurado manco cuando
dijo que en la adversidad había aprendido a sufrir con paciencia las mayores
desgracias”.
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