domingo, 15 de noviembre de 2015

LLORA PARÍS


Por más que le doy mil vueltas hoy no puedo escribir sobre otra cosa que no sea en contra de la violencia y por la vida.
En estos momentos trágicos y deshonrosos para la historia de la humanidad, recuerdo que hace unos años, durante los terribles atentados de Madrid, una amiga mía se libró de morir calcinada en medio del estallido de las bombas y entre los duros amasijos de hierro porque la fortuna quiso que llegara unos minutos tardes a coger el tren de cercanía. Desde el exterior, sus ojos, ilusos y perplejos, se negaban a contemplar la tragedia. Muy cerca de donde ella se encontraba, un joven lloraba y decía que tenía veinticinco años y que siempre había vivido en la democracia. ¡No son hermosas estas palabras!
Hoy el día sigue espléndidos y el sol luce como siempre, pero hay muchos que ya no lo verán. ¡Cuántos padres de familia no volverán nunca a su hogar! ¡Cuántas madres desconsoladas dejarán de besar las mejillas de sus hijos con el más tierno afecto! ¡Cuántos jóvenes inquietos han dejado sus ilusiones rotas entre temblores de destrucción!
No existe un bien material que esté por encima de la vida humana, pero sí una causa que reincida en el bien y la supervivencia colectiva de todo un pueblo. Por eso, si queremos luchar por esa causa, cambiemos el sentido de la palabra “lucha”. Luchemos sí, pero desde actitudes pacifistas y nobles, y confiando en el poder de la palabra.
Diréis: “Ya lo hacía Cicerón en la antigua Roma y por ello fue decapitado. Su cabeza fue expuesta públicamente en el foro de Roma con un clavo atravesándole la frente, en señal de aquellos que querían matar el pensamiento”. De eso han pasado miles de años. El mundo ha conocido el progreso y el desarrollo científico y tecnológico, y aún nos seguimos preguntando ¿POR QUÉ?, con el grito más desgarrador qué nacer pueda de nuestras entrañas. Hoy la humanidad entera conoce el PORQUÉ, y aún seguimos sin entenderlo.
Sí podemos denunciar y denunciamos que no queremos permitir la ignominia, la barbarie, la crueldad y, en definitiva, la muerte. Que no queremos permitir que haya niños y adultos que mueren en muchos lugares del planeta a causa de las guerras, a causa de la enfermedad y del hambre, a causa siempre de la ambición desmesurada de aquellos que sólo crecen en el poder y en la gloria. ¡Mentes enfermizas con toda seguridad!
Pero también sabemos que la violencia engendra más violencia, odio, rencor y venganza. Por eso, precisamente por eso, debemos volver a la nobleza de la palabra. Hay un lugar para que todos podamos vivir en paz, intercambiar y compartir en armonía con nuestras creencias y en el respeto de las ideas ajenas.
Hoy que LLORA PARÍS quiero que las palabras de mi diccionario sean BONDAD, TOLERANCIA, DEMOCRACIA, LIBERTAD, JUSTICIA Y AMOR.
¡No podemos justificar la alternativa de matar!
¡No entiendo por qué!

2 comentarios:

  1. Muy bien Ana si todos tubiéramos esa manera de ver la realidad viviríamos mejor toda la humanidad.

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