Se sentaba en la silla en mitad del patio y peinaba su pelo largo, oscuro como las más profundas aguas del océano. Después mecía sus sueños infantiles sobre el columpio de la vieja higuera del jardín. Cuando se rompió aquella primera amistad de la adolescencia, una lanza amarga se clavó con fuerza en su alma de violeta. Más la vida siguió, entre alegres carcajadas y llantos quebradizos, como avanza el torrente ladera abajo entre las piedras y los matojos del monte más soberbio, y ella sabía que algún día llegaría ese amor que la llevaría más allá del cielo y de la tierra.
P. Auguste Renoir: "Muchacha peinándose".
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