Fue un niño de ingenio despejado, observador, estudioso, aficionado a la lectura “Hasta leer los papeles rotos que encontraba por las calles” (Quijote), aficionado a las comedias y a los comediantes y “Amante del dulce arte de la poesía” (Viaje al Parnaso, Prólogo de las Comedias y don Quijote).
Su maestro querido Juan López de Hoyos lo llamaba “mi caro y amado discípulo”.
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