lunes, 8 de febrero de 2016

ANA HERRERA
COMPENDIO DE LA “CONSOLATIO A HELVIA”
“Muchas veces, oh madre excelente, he sentido impulsos para consolarte, y muchas veces también me he contenido”.
Lucio Anneo séneca fue un filósofo, político, orador y escritor romano, conocido por sus obras de carácter moralista. Pasó a la historia como el máximo representante del estoicismo y moralismo romano tras la plena decadencia de la república romana. Llamado Séneca el Joven, nació en Córdoba en torno al año 4 a.C. y murió en Roma en el 65 d.C.
A través de la “Consolatio a Helvia”, Séneca expresa el más puro compromiso moral para con su madre, fruto de un amor incondicional.
Varias son las razones que tiene Séneca para consolar a su madre y varias también las razones que lo llevan a pensar en no hacerlo. Desde su cuna fueron innumerables las pesadumbres que se juntaron para contrariar el ánimo sensible de Helvia. Quedó huérfana al nacer y creció al lado de su madrastra y de una hermanastra que fueron buenas con ellas, pero que, según el propio filósofo, nunca pudieron suplir el cariño natural de una madre. Siendo joven la casaron con un hombre mayor que ella, Marco Anneo Séneca, que se la llevó a vivir a Córdoba y la alejó de su familia y de la ciudad de Urgavo –actúal Arjona- donde nació. La muerte le arrebató a su tío querido cuando menos lo esperaba, y poco después a su “queridísimo esposo”, como ella le solía decir. Entre sus brazos vio morir a su jovencísimo nieto, que no era otro que el propio hijo de Séneca. Veinte días después, el filósofo cordobés fue desterrado a la isla solitaria de Córcega acusado por Mesalina, esposa del emperador Claudio, de tener amores con la princesa Julia Livilla. Séneca se marchó sin despedirse de su madre y de ahí nació su pesar al saber que estaría sufriendo por su partida.
A continuación exponemos las distintas fases que componen el pensamiento de Séneca en esta obra:
Si se atreviera a escribirle una “Consolatio”, lograría contener sus lágrimas y cerrar sus heridas.
Si se contiene es porque no quiere encontrar un alivio prematuro, y porque piensa que es muy difícil consolar a alguien de los tuyos, de los que llevan tu propia sangre.
Por fin, decide consolarla pensando que si su madre nunca le ha negado nada, tampoco ahora le podrá negar la ocasión del consuelo. Y decide abrir todas sus heridas porque solo recordándole las adversidades por las que ha pasado desde su infancia, podrá recordarle también su fortaleza por haberlas superado y poder superar las del momento presente.
Le demuestra que nadie puede sentirse desgraciado en el destierro mientras esté en compañía de la naturaleza y de la virtud. El destierro no es penoso si no es ignominioso. No es desgraciado porque la prosperidad no eleva al sabio, así como la adversidad tampoco puede abatirle, porque el sabio crece dentro de sí mismo y busca en su interior toda su alegría. Y no lo dice porque él se considere un sabio, sino porque de ellos ha aprendido que siempre hay que permanecer de pie.
Por otra parte, la fortuna es como un enemigo que llega y derriba al que encuentra desprevenido. Solo el que vigila constantemente, el que está alerta, la vence sin trabajo.
Además, todos hemos nacido para la felicidad. Para vivir felices no se necesita grande aparato. Cada cual puede labrarse su dicha.
En cuanto a la pobreza del destierro, ésta no es penosa, porque los reveses solo abaten al ánimo engañado por los triunfos, las riquezas, los honores. El que no es esclavo de estos bienes pasajeros y engañosos no se aflige fácilmente. El que vive dentro de un palacio está más alejado del cielo que aquel que vive en humilde cabaña.
Continúa Séneca en sus argumentos para añadir que el cambio de lugar llega a ser una necesidad del espíritu para muchos, Y ya que el cambio y la traslación es una ley natural del universo, así también lo es de los hombres que llegan a tierras extrañas. ¡No es más feliz el hombre que hace de cualquier lugar su patria!
No hay motivo, pues, para que su madre derrame sus lágrimas y busque excusas en su condición de mujer, en su femineidad, en su maternidad, puesto que el equilibro entre el cariño y la razón está en experimentar el dolor y dominarlo. Y tal como ha sido una mujer virtuosa, alejada de los vicios terrenales, así debe ahora mantenerse alejada de las debilidades de su sexo.
La anima, por último, a que encuentre alivio en sus otros dos hijos, Novato y Mela -el primero, que ha sabido conseguir honores, y el segundo que ha elegido una vida tranquila en la armonía y la paz del campo y entregado al cuidado de la madre-; en su gracioso nieto Marco, quien le ha de dar aún muchas alegrías; en su nieta Novatila, hija de Novato, huérfana como ella y que le ha de pedir, sin duda, muchos y variados consejos, sobre todo, en asuntos de amor; en los estudios, que tanto amaba y su “queridísimo esposo” le prohibió realizar temiendo que fueran malos para la moral de la mujer, pero que ahora le habían de servir para aliviar todo su sufrimiento; y, de manera especial, en la fortaleza y el cariño de su hermana, su más importante apoyo.
BIBLIOGRAFÍA
Séneca, L.A. (1999). Consolación a Helvia. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/…/ff0a3df8-82b1-11df-acc7-0… Traducción directa del latín por Francisco Navarro y Calvo.

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