Primera filósofa y científica de Occidente.
Fragmento de "Hipatia. La rosa de Alejandría". En "Una mujer, una historia". Ediciones Alfar.
Tal como le prometí en el momento de su marcha, la seguía esperando. Pasaron los días y pasaron los meses y otro día volvió. Una tarde, como tantas tardes, al regresar de mi paseo cotidiano por los alrededores del gigantesco Faro, me enteré de su regreso. Allí estaba en el Museo, rodeada de papiros entre los viejos muros de piedra, rodeada de sabiduría y de todo lo que su ser siempre había ansiado. Al verme, corrió hacia mí como cuando era una chiquilla y nos encontrábamos en los jardines traseros de su casa.
-Me alegro tanto de verte. Aunque no lo creas, he pensado mucho en ti. He echado en falta tu paciencia, tu cariño, sobre todo, tu compañía. Sé que nunca voy a tener un amigo como tú.
La abracé con todas mis fuerzas, temblando como un niño al sentir el roce de su piel sobre la mía. Estaba tan hermosa…, y algo más serena. El paso del tiempo le había aportado un sello de majestad que aún la hacía una mujer mucho más interesante, o quizás era el don de la sabiduría, reflejado en su rostro, el que le aportaba esa belleza indescriptible que envolvía en sus redes a todo el que la contemplaba.
Ana Herrera
-Me alegro tanto de verte. Aunque no lo creas, he pensado mucho en ti. He echado en falta tu paciencia, tu cariño, sobre todo, tu compañía. Sé que nunca voy a tener un amigo como tú.
La abracé con todas mis fuerzas, temblando como un niño al sentir el roce de su piel sobre la mía. Estaba tan hermosa…, y algo más serena. El paso del tiempo le había aportado un sello de majestad que aún la hacía una mujer mucho más interesante, o quizás era el don de la sabiduría, reflejado en su rostro, el que le aportaba esa belleza indescriptible que envolvía en sus redes a todo el que la contemplaba.
Ana Herrera
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